Recientemente la editorial Bandaàparte ha iniciado una estupenda andadura. La publicación de la primera entrega de Mi Primer Fanzine, una colección de manuales en torno al fanzine que inaugura el artista Javier García-Herrero. La entrega se centra en el autoedición creativa con niños. De todo ello hablamos largo y tendido con Javier.
¿Cómo ha resultado la publicación del libro? ¿Qué nos puedes contar del trabajo de campo previo con los grupos de niños y niñas?
Muy muy bien. La publicación ha superado todas mis expectativas, y las colaboraciones han sido maravillosas. La propuesta inicial de la editorial Bandaàparte fue: una publicación interactiva infantil/juvenil —primer número de una colección llamada Mi Primer Fanzine— en la que cada autor/a contará con una gran libertad para desarrollar su respuesta.
El encargo me pareció increíble. Bandaàparte y yo nos hicimos amigos coincidiendo en festivales de microedición. Antonio, Marga y Pedro conocían parte del trabajo que había publicado con mi sello Ediciones Aerostáticas, pero al contactar conmigo para esta aventura todavía no habían visto mis proyectos pedagógicos ni las colaboraciones que había hecho anteriormente con Helena Martínez, cuando ella tenía 8, 9 y 10 años. Empecé a pensar cómo incorporar algunas de las mejores experiencias que he tenido haciendo fanzines, y ofrecer el tipo de contenido que me gusta encontrar como lector. Para eso, tendría que ser una publicación colaborativa, así que contacté con amigos y amigas con hijos e hijas que pudiesen estar interesados en participar en un proceso abierto, desde la etimología de la palabra fanzine, hasta quién sabe dónde.
Pronto nos dimos cuenta de que no queríamos «competir» con cuadernillos de actividades. Tampoco hacer un trabajo profesional con aspecto andergraun. Sin intención de establecer una definición rígida en cuanto al qué-es y qué no-es, también vimos que lo nuestro sería un-libro, y que posiblemente la lectura es la actividad más interactiva. Estimular la creatividad, aproximar herramientas técnicas (desde lo manual a lo narrativo), compartir títulos y algunos referentes en cuyo trabajo podría ser interesante profundizar… eran algunos de los objetivos principales. Además de una guía que puede seguirse paso a paso para crear un fanzine propio, el libro va mostrando un catálogo de recursos y dinámicas que pueden ser replicadas y modificadas, individual o colectivamente.
Y esa es una de las grandes alegrías que estamos teniendo. Profesoras de secundaria y maestros de primaria que lo están utilizando como material para sus clases; talleres infantiles en los que otros artistas introducen técnicas y temas distintos; colaboraciones «más intergeneracionales» de lo que habíamos pensado: abuelas y nietas; gente adulta que lo ha comprado para sí misma y que han seguido todas las pautas compartiendo el proceso en redes sociales. Nos gustaría que el libro estuviese en el mayor número posible de bibliotecas, y agradeceríamos enormemente que lectores y lectoras de esta web lo pidieran en la suya. Es sorprentemente sencillo y efectivo.
Sobre el trabajo de campo, he colaborado con niñas y niños entre los 4 y los 13 años, gracias a la complicidad y participación de sus familias. En lugar de ponerme a especular con qué podría gustar, o mirar estadísticas buscando la manera de conectar con niños y niñas de ahora, estaba claro que una investigación activa haría mejor el proyecto. Aún siendo un encargo personal, incorporando colaboraciones la calidad del resultado sería indudablemente mayor, y podríamos ofrecer un acercamiento al tipo de contenido que podemos encontrar en publicaciones independientes, relativamente al margen de «requisitos» comerciales. También, como dibujante y narrador, me ha dado la posiblilidad de trabajar con guiones extraordinarios.
Inesperadamente, cuando terminamos los 6 encuentros previstos y tenía una enorme cantidad de material, me invitaron a participar en un festival de ilustración y autoedición en Palermo (donde yo estudié prácticas creativas para la infancia y descubrí al artista y educador Bruno Munari, uno de los personajes del libro). Allí di un taller infantil que sirvió para poner en práctica muchas de las ideas que habían surgido durante las sesiones anteriores, y de ese viaje dentro del viaje volví con algunas de las imágenes más importantes del libro. Gracias a estas experiencias pude ir probando recursos gráficos y propuestas que pensaba que funcionarían pero que luego resultaban confusos o poco atractivos. De ellas han ido surgiendo las reflexiones más o menos teóricas y las pautas que se sitúan en la primera mitad del libro.
Quizás lo niños no tengan ciertos prejuicios hacia el género fanzinero que pueden tener algunos adultos. ¿Cómo ven los fanzines los pequeños en su primer acercamiento?
Las primeras impresiones ante un fanzine dependerán mucho del tipo contacto positivo que hayan tenido con libros y revistas. Con sus propios prejuicios, se fijan en el contenido, y no suelen buscar el sello de una editorial o un isbn antes de valorarlo. Aunque hay de todo, y conozco a más de un niño que no acepta cómics que no sean Marvel…
Efectivamente, los adultos con prejuicios fanzineros somos muy pocos, porque la gran mayoría de gente adulta no sabe qué es un fanzine. Y es posible que no vuelvan a escuchar o ver escrita la palabra. De hecho, no creo que el «género fanzinero» al que te refieres sea el mismo en el que pienso yo, o los editores. Por eso me pareció una gran idea plantear una colección con distintas visiones sobre el tema.
Después de haberle dado algunas vueltas, creo que hacer fanzines «tiene que» ser algo voluntario. No queríamos que la experiencia lectora quedase incompleta si no sigues los pasos que indica la guía. Hacer tu primer fanzine es una posibilidad, y nos encantaría que el libro despertase ganas de ello, pero no tiene por qué ser ahora mismo, ni exactamente como proponemos.
¿Qué beneficios piensas que aporta el fanzine como vehículo creativo a los niños?
Saber que tienes la opción de plantear una publicación completa, desde el contenido al formato, de manera individual o colaborativa, y poder materializarla… tiene que ser algo bastante positivo. Por ejemplo, los familiariza de una forma especial con las publicaciones en papel. No es imprescindible haber hecho algo para poder disfrutarlo, pero hacer alguna vez un fanzine también aumentará las posibilidades de que en un futuro te intereses por lo que se publica de manera independiente.
También me apetecía mucho presentárselo como medio de comunicación, además de como soporte para creaciones íntimas. Inventar historias dirigidas a un público desconocido, o muy específico, o a tu yo del futuro… recomendar tus lugares y películas favoritas, crónicas de tus propios viajes… Haciendo un fanzine fabrican algo que funciona como un libro o una revista, pero sin necesidad de seguir un proceso de producción lento e inviable. Si se lo contamos bien, y lo combinamos con otras actividades, les parecerá un plan maravilloso.
El proceso creativo planteado en el libro está muy dirigido al juego y la experimentación, pero también a la desdramatización del error. ¿Cómo haces para conducir allí a los niños?
Compartiendo espacio de trabajo, y también por escrito, los trato como a las personas inteligentes que son. Con mi mejor humor, total respeto, y muy agradecido por su tiempo. Igual que cuando colaboro con artistas adultos. Dirigirte a niños y niñas me parece una grandísima responsabilidad, y hay que hacerlo de la mejor manera posible. Evidentemente, eso no implica «rebajar tu nivel» y hablarles con condescendencia. Cuando trabajamos, si veo que, por lo que sea, hay inseguridad, puedo ir directamente a las reglas del juego y decir: «aquí no existe el error». No usamos lápiz porque no se reproduce bien en la fotocopiadora, así que la goma no hace falta. Lo aceptan, y funciona. También puede estar bien utilizar el cronómetro y manejar tiempos «muy estrictos» para cada ejercicio o fase, como los turnos de posesión en baloncesto.
En el libro he querido incorporar algunos detalles basados en mi experiencia personal y que me habría gustado saber cuando yo era un niño e intenté hacer mi primer fanzine. Cuestionamos que dibujar bien consista en copiar fielmente un modelo, y la necesidad de que las cosas sean absolutamente «comprensibles”. También, de manera menos explícita, temas como la «libertad total» o la «inagotable creatividad infantil”. Nuestros objetivos nunca han sido obtener imágenes preconcebidas o ejecutar ideas claras.
La frustración que produce no conseguir lo que te propones por falta de práctica o cuestiones técnicas -error- desaparece al plantear las sesiones como algo lúdico, valorando que el resultado sea algo imprevisible, prácticamente como la huella de un momento en el que lo pasamos bien, en nuestro caso, imaginando monstruos y viajes. Los supuestos errores, o las soluciones alejadas de lo convencionalmente correcto, dentro de un proceso experimental, pueden llevar a los hallazgos más importantes de una obra. Y esto no quiere decir que valga cualquier cosa, o que la calidad de los resultados no sea importante.
Por ejemplo: el planeta Jupiturno surge de un lapsus verbal de Olivia, de 4 años. Después, al arrancar la hoja donde habíamos empezado a dibujar su aeropuerto, se me rompió una esquina del folio, y ella casi llora, pero gracias a eso construimos una maqueta tubular mucho más apropiada que el dibujo inicial.
¿Cómo piensas que las habilidades creativas más manuales afectan a la educación de los pequeños? ¿Crees que el entorno digital entra en conflicto o influye de alguna otra forma?
Las manualidades tradicionales, bien llevadas, pueden ser muy beneficiosas para el desarrollo personal y social, claro.»Pero» creo que, por ejemplo, jugar a videojuegos también es una actividad muy manual, y que ahora además es posible crearlos, desde edades muy tempranas, con medios accesibles. Y eso es fascinante. Los pequeños no ven una dicotomía entre utilizar tijeras y pegamento o trabajar en una tablet. O que haya que elegir entre leer un cómic en papel o ver un vídeo en youtube porque una cosa es mejor o más real que otra. Sus cerebros tienen una configuración distinta a la nuestra, una agilidad mental mucho mayor, y controlan entornos y herramientas casi incomprensibles (al menos para mí).
Las diferencias generacionales derivadas de la evolución tecnológica siempre han existido. Gente que nació cuando se viajaba en carro y tuvo hijos cuando el automóvil ya estaba desarrollado, y entonces les decían lo tranquilo que era viajar en carro… etc. Es posible que el principal conflicto se dé entre los recuerdos idealizados de infancias preinternet y las actuales. Con todo, los fanzines, nuestro libro, y otras muchas cosas, pueden verse beneficiadas por la inevitable nostalgia retrotrendy, y eso es algo bueno. Una cosa que da igual decir una vez más es que si queremos que se interesen por la lectura, más vale que nos vean leyendo, y que si ahora no leen libros porque hacen otras cosas, tampoco pasa nada.
¿Cómo te imaginas el futuro cercano de los fanzines? ¿Hacía dónde te gustaría que fueran?
Espero que sigan inquietando y provocando dudas y conflictos, tanto en los que los hacemos (cada cual porque tiene sus razones) como en la bendita gente que «solamente» los lee. Me gustaría que la renovación no se produjese exclusivamente desde las escuelas de arte e ilustración, pero es importante que allí se sigan fabricando. También desde las de periodismo, cine y, ojalá, cualquier tipo de centro educativo. Y desearía que hubiese más fanzines sobre deportes como el tenis de mesa.
Hay proyectos muy interesantes en cárceles, centros sociales, de menores, y de la tercera edad. Desde hace tiempo se están creando fanzinotecas importantes dentro de algunas bibliotecas, y eso es genial. La biblioteca pública es un oasis en el sistema, y si pedimos fanzines, posiblemente los tendremos.
También creo que quien tiene una colección, podría hacer un poco como en Toy Story 3. Pensar si tenemos más o menos cerca alguien que podría disfrutar esos tesoros que guardamos, y que sigan circulando. Cuando regalamos un fanzine, estamos haciendo un elogio todavía mayor que regalando un libro.
¿Qué fanzines te interesan?¿Nos recomiendas alguno?
Hay 3 que han sido fundamentales para mí: Playground, de Berliac; Morsas y Castores, de la ilustradora y animadora Carla Pereira con guión de su hermano Juan Ramón, que es psicólogo; y los Tengofiebrecreo, de Ernest Graves y Carlos Santonja. En otras líneas, recomiendo todo lo que hagan los colectivos Homo Velamine y Genoma Poético. Y, ya que estoy, los 3 números de Aerostático Grotesco, que tuve el priviliegio de editar, contando con participantes enormes.
Publicaciones dirigidas a un público infantil y juvenil: las revistas «Kiwi» y «La leche«. También, los proyectos educativos que desarrollan Pilar Aumesquet (con la asociación Pinae) y Chari Cámara (Doctora Creativa). Con distintos enfoques, las dos incorporan el fanzine como medio para la experimentación, obteniendo resultados muy interesantes en los que el vehículo posibilita cosas que no tendrían lugar en cualquier otro formato.
Teorizando, muy desestacables los trabajos de Gelen Jeleton y Andrea Galaxina. Y los asuntos en los que interviene Alejandro Álvarez. Principalmente, los podcast La Pinacoteca de Radio y B-Analizar Fanzines, y la monumental plataforma Fanzineologia.
Mi primer fanzine 1
Javier García-Herrero
60 Páginas
Edita: Bandaàparte
ISBN 978-84-947482-6-4