Estos días de fríos y excesos, que hemos dejado atrás, también suponen días de idas y venidas, de autobuses, para los que no dedicamos parte de nuestros ingresos en tener un coche propio.
Horas de esperas y asientos compartidos con desconocidos, distintas historias, otros mundos a un par de centímetros.
La foto ilustrativa es del día de ida, que viaje delante, al lado de un judio hortodoxo que no dejo de leer un librito pequeño.
El último viaje fue bastante curioso. Viajé en el gallinero, junto a una pareja de jóvenes lesbianas, mientras el conductor, micro en boca, protagonizo un monólogo de un cuarto de hora, digno del Club de la Comedia. La gente reía a carcajadas con las ocurrencias del conductor, mientras mis compañeras de sillón mezclaban apasionadamente sus lenguas en la penumbra.