La calle principal de mi ciudad ha sufrido una penosa transformación. De ser una calle espectáculo, llena de atracciones callejeras, a encontrarse llena de voluntarios de ONG -en la práctica comerciales- que te agobian aunque lleves los cascos puestos.
Así las cosas, se hecha de menos a muchos artistas que ya no se ponen, no se porqué, como aquel grupo de músicos gitanos rumanos que, con contrabajo incluido, llenaban de buen rollo la calle, o como el mimo que se disfrazaba de cenachero. Ese otro que se vestía de hombre periódico y se sentaba a leer. La señora que cantaba ópera o esa otra que se ponía a bailar frente a cualquier fuente de sonido que encontrara. Aparte de esos fijos, también encontrábamos de forma ocasional a algunos otros personajes curiosos como aquel chico que sentado en el suelo escribía en una máquina de escribir un guión para el que pedía monedas para poder acabarlo, o aquella chica australiana que jugaba partidas de ajedrez rápido con quien se atreviera a retarla.
Ahora apenas se ven artistas, desde hace dos años exponencialmente la calle se ha visto poblada de coñazos con petos de colores, comerciales de diversas ONGs que dan la vara a todo el que pasa para hacerlos socios. Me parece muy loable la labor que hacen están ONGs pero no estoy de acuerdo con estas técnicas abrasivas. El fin no justifica los medios, y esto es comparable a que te bombardeen tu buzón con spam a diario. Si tienes que pasar varias veces al día por esta calle, es especialmente molesto. A esto se suman los que cogen firmas para las cuestiones más peregrinas y que quieren mi DNI y firma para cuestiones que no conozco, de las que no tengo opinión y que en el fondo me dan igual.
Con la que está cayendo me imagino que tendremos que soportar esta situación durante tiempo, habrá que seguir diciendo varios nos al día y buscando, como agua de mayo, a algún artista callejero para que te alegre un momentín el día.
Pues me parece que es un fenómeno que se está repitiendo por todas partes. Cuando me fui de Tenerife no se podía pasar por la principal calle peatonal del centro los fines de semana sin ser interpelado por al menos diez personas (voluntarios de ONG o no), lo cual al final te quita las ganas de pasear por el centro. Y aquí en París se apuestan a las salidas del metro, con lo cual es más difícil aún de escapar de «ellos».
Lo que menos me gusta de todo este asunto es que, al mismo tiempo que hay una crisis en el voluntariado de las asociaciones (al menos esa es mi impresión), mucha gente piensa que está haciendo algo importante delegando su dinero para que las asociaciones se mantengan y así sentirse bien. En fin…
¿Y siguen los repartidores de periódicos gratuitos? Yo desarrollé un buen juego de piernas para esquivarlos dos veces al día, 5 días a la semana.
Pasear se ha convertido en un coñazo, luego dicen que somos una sociedad sedentaria.
xD
En Barcelona lo mismo! Y no solo las calles principales, ya se meten en las secundarias! Por favor que alguien los pare!