Subtes a 9 de julio. Quilmes de tres cuartos y bife de chorizo. Colectivo interminable a Boca. San Telmo stencilado. Un semáforo grita: pare y ahora siga. Charly en los carteles. Iglesias que parecen templos romanos. Recorrer a toda velocidad capital en taxis kamikazes amparados en la noche. Belgrano es el hogar. Personal te da la bienvenida. Porteros automáticos vs. el juego de los barquitos. Un folio pegado en una farola: Karen te amo. Bosque de Palermo. Miles de gatos y hasta un medio Guille. Subte de madera. Corrientes es el paraiso: bares, teatros y libros de segunda. Modernos y rollo ochentero en las tripas de mágicas galerías. Un café aguado con la mejor factura (antes de pagar). Canales del Tigre. Aguas coloridas. Vuelos. Cataratas mágicas, belleza salvaje. No estaría mal acabar aquí. Dulce de leche en movimiento. Frontera de Brasil en bucle sin fin. Piedras preciosas y alguna amistad pasajera. Frío y Calafate. Perros callejeros. Guanacas y tehuelches. Moles majestuosas. Blanco glacial es igual a azul. Cordero y trucha patagónica. Trapiche. Crujidos. Charla con artesanos de la lenga. Pinturas rupestres. Estómago K.O. Cruzando el Río de la plata en barco. Decadente Colonia de Sacramento. Jazz y carne. Montevideo, nuestra ciudad. Vuelta a Buenos Aires. Cuidado con los vehículos. Chao.
¡Qué nostalgia más grande! Recuerdo haber estado con mi hermano por El Tigre.
Me gustaron mucho las fotos que subistes al flickr.
Un beso
Muchas gracias.