La cara de mi calle está lavada y maquillada. Parecemos hasta de mejor familia los que vivimos en ella. Y es que ha llegado el Festival de Cine un año más. Y toda una legión de currantes la han dejado como nueva. Se han preocupado hasta del más mínimo detalle. Han colocado tiestos gigantes con cuidados arbolitos. La alfombra roja, más arriba. Todas las farolas correctamente funcionando, el suelo reluciente,… Y hasta han obligado a los gorrillas, que aparcan los coches por una colaboración en su próximo chute, a retirarse a otras zonas.
Como mi calle está dentro del recinto del Festival de Cine, luce espléndida, limpia, vigilada y glamourosa una semana al año. Así los visitantes y estrellas del celuloide se sienten más cómodos. Es tan fácil hacerles felices…