Todos tenemos un pasado oscuro que esconder y yo, como editor de fanzines, también lo poseo. En las siguientes líneas os voy a confesar todo un secreto que hará tambalear mi manifiesta mala fama.
Todo se remonta a los ochenta, cuando una serie de ciencia ficción para televisión, V, marcaba un hito en la historia de los seriales catódicos. Por aquellos entonces, junto con un grupo de amigos del barrio sacamos a la luz un engendro aún más horrible que los lagartos de la serie. Editamos un fanzine sobre la serie. Claro que no sabíamos ni que aquello era un fanzine, y lo llamábamos: «Revista V».
El enjendro se componía de unas escasas páginas mitad manuscritas y mitad mecanografiadas copiadas con calcos de maquina de escribir, y coloreadas con lápices Alpino. Vendíamos su escuálida tirada a 25 ptas. y hasta después de haberle vendido algún ejemplar, que alguno vendimos, a algún chavea, aparecía el padre después exigiendo la devolución del importe por considerarlo un timo. ¿Qué frustrante la vida de fanzinero!
Aquellos días de mis 13 añitos, estuvieron repletos de lagartos, ratas y uves pintadas con spray. Y junto con Javi, Manolo, Jorge, Juan y Juan Antonio mezclamos las primeras pócimas de un brebaje llamado fanzine, que posteriormente he continuado manejando, aunque hasta hoy no me haya atrevido a reconocer este aciago pasaje.